miércoles, 31 de octubre de 2012

La felicidad a modo de barco

Sin nubes a la vista navego por un mar de vida en el que abunda la sal,  realmente estoy contento, ya que ni las rocas que elevan su grandeza alrededor mio ni las vicisitudes del viento agravian mi embarcación que marcha firme y segura. El miedo es de otro mundo, es para otros, yo no lo tengo, no lo conozco en este momento, soy el ser mas valiente del mundo y el universo entero. Todo sale bien sin tener que mover un dedo, afortunado navegante de la vida y el mar ¿Y quien osara interponerse en mi camino tan orgulloso y ancho como la sonrisa de un niño?
El suave viento que acaricia mis cabellos, cierro los ojos e imagino un mundo, uno donde la dicha que siento en este momento sea colectiva entre los navegantes y no individual. Sueño con mares donde el rumbo de las embarcaciones sea recto como el mio, o el de otros que tan afortunados como yo. Pero entonces me estrello, no sin antes vislumbrarlo, el océano negro de aquellos ojos, las estrellas cálidas que me llaman a la perdición en un abismo de rocas de olvido, no existe el frio allí, solo dulces voces. Con el rostro risueño mantengo el rumbo hacia mi destrucción, olvido los finos pensamientos que intentaba proteger en en la mente, el timón acaricia mis manos indicándome que ya no tengo el control del barco, mis brazos se duermen, vuelo al olvido, del que no quiero regresar, pero entonces ¿De que valen mi antiguas y lejanas ideas, sino es para tapar la verdadera necesidad que siento por aquel oscuro océano que se me ofrece entero frente a mi persona? Repito esta pregunta varias veces en mi mente, antes de estrellarme y perderme en la penumbra.

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