miércoles, 10 de octubre de 2012

Sobre el exceso de cafe

Tenia yo cierta vez una adicción por la cosa mas asquerosa que puede existir, el café de maquina. Esa sustancia que se derrama como (Y perdonen la expresión) excremento liquido en un pequeño recipiente que pretende ser algo así como un vaso, esa sustancia de color oscuro a la cual podría yo inventarle cientos de nombres, pero no se me ocurriría jamás llamarla CAFÉ. Aun así, esa repugnante bebida producía un intenso deseo en mí de consumir mas y mas de aquel brebaje. Se me ocurría a veces, que  tuviera algún agregado secreto que produjera aquella terrible y no tan chistosa adicción, ya que con un poco de aquel liquido en mi organismo, retomaba mis labores de oficina con mas animosidad, y no por el simple efecto de la cafeína, era otra la sensación, confusa, trabajaba yo contento (Claro ¿Que clase de persona que desee llamarse a si misma, normal, trabaja contenta?) Aunque al rato se escurría aquella sensación de bienestar del cuerpo, y he aquí que ya me encontraba en la fila nuevamente para conseguir mas café (Si, siempre había fila) 
En aquellos días, el personal entero de la empresa  se hallaba totalmente sometido al poder hipnótico de la terrible maquina de café, puede reirse usted, pero era así, exactamente como yo se lo cuento. Realmente volver al hogar con los pensamientos sumidos en el consumo de café no era sano,  y tampoco creo que fuera sana aquella espuma no del todo clara en su consistencia, y aun ahora hablando de ella y teniendo en cuenta los sucesos posteriores, sigo teniendo ganas de probar un poco de aquella sustancia.
 En los pocos momentos en que podía pensar con claridad sobre el asunto, era de noche, desintoxicado a medias, cuando casi podía asegurar que nuestros jefes en la oficina nos mantenían estupidizados a base de la ingesta de café con algún ingrediente extra seguramente agregado, para efectivizar nuestro trabajo, el cual ultimamente había repuntado mucho, gracias a nuestras inevitables ganas de trabajar duro y hacer horas extras.
No voy a extenderme mucho mas sobre detalles menores del curioso caso del café, investigado por la policía hasta el día de hoy, que sigue intentando develar los misteriosos detalles que desencadenaron los sucesos  exageradamente trágicos que voy a relatar a continuación. Como único superviviente de aquella tragedia, debo hacer una confesión antes que nada: Fue todo culpa mía. Y claro que lo fue, si yo averié aquella infernal maquina (Sin intención de hacerlo claro) que parecía sonreírse burlonamente de mi, desde aquella esquina, sin develarme su secreto, yo fui quien que tomo conciencia de que algo extraño ocurría, y esta confesión queda aquí sellada, en este corto relato, jamás tuve el valor de compartir esto con la policía ni a nadie, realmente no es mi intención meterme en problemas a mi edad, soy una persona normal, que necesita confesar que un grado de culpabilidad tiene, pero solamente mínima, aunque pensar esto, quizá sea solo consuelo propio, usted sabrá juzgar mejor tal vez.
Aquel día trágico me levante decidido a hacer lo que debía hace tanto tiempo, descubrir aquel secreto adictivo que me mantenía esclavo del trabajo.
En la hora del almuerzo, me quede un poco mas simulando trabajar, no tenia demasiado tiempo, ya que el descanso se había acortado de una hora a solo 10 minutos, de forma voluntaria por los empleados, que volvían desesperados a consumir mas café.
Abrí la maquina, con cuidado y comencé a revisar sus compartimientos, intentando encontrar algo que incrimine a aquellos malditos de mis jefes, que nos mantenían atontados para incrementar sus ganancias. Basta decir que nada encontré, y comencé a sentir los pasos en la escalera de la oficina, rápidamente cerré la tapa de la maquina, y me senté muy tranquilo a continuar mi trabajo, como si nada hubiese pasado. El primero en cruzar la puerta de entrada, fue el idiota del sector de cobranzas, quien, mirándome con recelo, fue hasta la maquina, debía pensar que había permanecido trabajando para tomar mas que nadie. Pero no, yo estaba lucido, desintoxicado y mas vago para trabajar que nunca. Así comenzaron a llegar mas personas a la oficina, apresuradas, haciendo la fila para el café, con sus rostros petrificados en ansiedad. Que espectáculo tan horroroso y comico a la vez, como si hubiesen salido todos de una rápida lobotomía en diez minutos. Así comenzaron a sacar algunos pequeños vasos llenos de aquella porquería, cuando se pudo oír una pequeña explosión, y la maquina opresora de voluntades, comenzó a temblar. Antes que nadie pudiera decir nada ni quejarse el liquido caliente volaba por los aires quemando a algunos, a otros les caía en las ropas, en fin, una autentica lluvia de café. No pude evitar reírme de la situación por unos instantes sin imaginar el horror que me esperaba como testigo a continuación. Descontrolados los que no habían llegado a sacar café se abalanzaron sobre las personas salpicadas del liquido marrón, y comenzaron a morder como perros rabiosos, las zonas manchadas de sus cuerpos. Si no soy lo suficientemente claro, es por el horror que me trae el recuerdo de aquellos instantes, en fin, se estaban almorzando los unos a los otros, y el café seguía brotando de la maquina sin parar, y el tumulto de aquellas personas poseídas por una rabia caníbal lo  destruía todo, algunos corrían en círculos gritando con voces que poco se asemejaban a las de un ser humano, otros se mordían a si mismos, otros peleaban por colocar  el rostro en el café que salía en chorros e hirviendo de la temblorosa maquina. Aquella locura que transcurría en cámara lenta frente a mis ojos fue demasiado para mi, lentamente me dirigí a la puerta de salida para no llamar la atención, y una vez afuera eche a correr, sin mirar atrás, sin pensar a donde, solo corrí.
Cuando la policía acudió al edificio de mi trabajo alertada por los trabajadores de las oficinas cercanas, se encontraron con aquel atroz panorama, no muy fácil de describir. Los empleados habían acabado de comerse entre ellos, ya que la mayoría o se encontraban muertos, o caídos en el suelo, sin chances de moverse, bebiendo el café del suelo, gritando, aullando, gimiendo.
Como es obvio, hasta el día de hoy no he probado un poco de café, soy libre de aquella sustancia, pero de vez en cuando, y no lo puedo negar, disfruto ahora de un buen té hecho en mi casa con agua cuidadosamente purificada. Mi esposa dice que me he convertido en un paranoico, pero, usted lo sabe ahora, nunca hay que confiarse.

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